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Después de cuatro intensas jornadas de desfiles y eventos, los focos de la Mercedes-Benz Madrid Fashion Week comienzan a apagarse.
Hay que reconocerle a la organización el logro de atraer público a un lugar alejado del centro de la capital y, en general, poco inspirador, que en esta ocasión es también vecino del polémico Ifema.
A pesar de la localización, se han visto largas colas en los stands de las marcas que rodean la pasarela y mucha participación del público en cualquiera de las actividades que se programan para amenizar la espera entre desfile y desfile.
La pasarela madrileña ha conseguido acercar la moda a la calle y, sobre todo, a la generación Z.
Y ese, quizá, sea su mayor éxito: conseguir que las nuevas generaciones se sientan interesadas por la industria de la moda española.
Aunque todo sucede en la oscuridad del pabellón 14, lo más interesante de esta 80ª edición de la MBFWM fue justo lo que ocurrió fuera de la Feria de Madrid.
El pasado jueves, en un enclave fascinante y poco conocido: el Instituto del Patrimonio Cultural de España.
Esta joya de la arquitectura madrileña de planta circular y hormigón armado —creada por Fernando Higueras en colaboración con Antonio Miró— sirvió de escenario para que la firma subiera a la pasarela a grandes de la moda española como Vanesa Lorenzo, Judit Mascó o Verónica Blume.
La firma acertó eligiendo una catedral moderna para mostrar sus últimas creaciones.
Al mismo tiempo, demostró que pocas marcas españolas tienen su poder de convocatoria.
Hasta la Ciudad Universitaria de Madrid se desplazaron muchas caras conocidas: desde Isabel Preysler hasta María Pombo, o chicos y chicas Almodóvar, como Javier Cámara y Emma Suárez.
Además, el jurado del premio L’Oréal le ha concedido el galardón a la mejor colección, que recogieron emocionados sus directores creativos Nacho Aguayo y Alex Miralles.
Un premio compartido con Isabel Sanchis, cuya colección, con tonalidades suaves, ligeras y románticas sobre vestidos envolventes, se había llevado grandes aplausos del público y la crítica de la pasarela madrileña.
Un galardón que reconoce décadas de trabajo duro e impecable.
Los primeros desfiles de la jornada del viernes reunieron a firmas consolidadas y clásicas de la industria: Angel Schlesser, Hannibal Laguna y Berhanyer, ahora en manos de Sergio de Lázaro, que para la nueva colección colaboró con la firma de tecnología Bang & Olufsen.
Cuando dieron el testigo a los talentos más jóvenes del día, la atmósfera se volvió menos seria.
Carlota Barrera, graduada en la prestigiosa escuela de moda Central Saint Martins de Londres, mostró una colección donde las prendas no dependen de la estación, no son ni de verano ni de invierno, pero sí muy respetuosas con la responsabilidad social, el bienestar animal y la calidad de los materiales.
Dominnico fue otra de las grandes sorpresas de esta edición.
El diseñador malagueño no solo mostró una colección solvente con volúmenes y construcciones en impresión 3D, texturas realizadas a mano y técnicas de revelado sobre tejido, también fue el artífice de crear una atmósfera única.
Metido en una especie de celda, fue el encargado de la banda sonora del desfile, que acabó siendo más bien una fiesta.
Si Pedro del Hierro tiene la mayor capacidad de reunir gente famosa, Dominnico es el mejor atrayendo a un público moderno, único y que verdaderamente se trabaja el antes de salir de casa.
Además, puede presumir de trabajar con el más diverso en cuestión de raza, talla y edad de esta edición.
Toda una corriente de aire fresco en una semana de la moda que, a veces, peca de ser demasiado clásica.
En la última jornada —sin contar que cerrará este domingo la pasarela madrileña impulsando el talento emergente— presentaron sus propuestas por primera vez en la Madrid Fashion Week, firmas que han vestido a internacionales como Beyoncé, Lady Gaga, Christina Aguilera o Rosalía.
“Para mí ha sido un proceso un poco más caótico e incluso angustioso crear esta colección y saber que íbamos a presentarla en Madrid.
Y, tras pensarlo mucho, he creado una colección que refleja nuestra esencia, nuestro libre albedrío.
La feminidad que no sigue las tendencias, sino el instinto”, explicaba Yolanda Pérez, la directora creativa de la firma.
La propuesta, muy pensada para la alfombra roja, era en palabras de la diseñadora “sensual pero no forzada, natural y etérea”.
La jornada arrancó los aplausos del público en el desfile de Juan Vidal, que dedicó su colección para la primavera-verano de 2025 a la cultura tradicional japonesa.
Los bordados y lazadas juegan en sus piezas con otros elementos tradicionales del atuendo típico de las geishas.
No siempre las modelos de talla 34, gran altura y poca edad son las grandes triunfadoras.
El jurado del premio L’Oréal a la mejor modelo ha querido reconocer la labor como modelo de Pino Montesdeoca (Gran Canaria, 60 años), que no responde a ninguna de estas tres premisas.
Esta mujer de larga melena gris y apenas 1,65 metros de altura ha roto todos los techos de edadismo desde que empezara con su carrera a los 53 años, cuando su hija le animó a hacerse unas fotos.
Montesdeoca se ha convertido en una de las modelos más carismáticas de España.
Empezó haciendo un anuncio para Mercedes y, desde entonces, no ha dejado de trabajar.
“No soy ingenua, sé que esto es un negocio, pero todo lo que sea para visibilizar a discapacitados, gente mayor, a minorías raciales, a gente que hasta hace poco estaba fuera de todo esto, me parece bien”, aseguró en una entrevista hace un año.