La clausura se debió a que la Dirección General de Análisis, Protección y Seguridad Universitaria fue informada de una historia que comenzó a circular en redes sociales.

La historia era de una mujer llamada Susan Allendyn, quien relató que el viernes 31 de mayo compró una bebida en un lugar donde ya era cliente habitual.

Sin embargo, ese día el personal le vendió la bebida a un precio más bajo y le insistió en que la consumiera en el local.

Susan no se quedó porque tenía prisa, pero el personal continuó preguntándole sobre sus horarios.

Después de irse, Susan comenzó a sentirse mal y al llegar a la Facultad de Psicología perdió la fuerza en sus manos.

Todo se le caía y sentía mareos.

Continuó bebiendo la bebida y durante sus clases se sintió peor.

La mitad de su cuerpo se adormeció y no podía moverse bien.

Fue llevada al médico, quien le administró una solución inyectable que se usa tanto en animales grandes como pequeños.

Esta sustancia alcanza su pico máximo aproximadamente a los 10 minutos de ser administrada.

La ketamina se distribuye rápidamente por todos los tejidos corporales, logrando altas concentraciones en el cerebro, hígado, pulmón y tejido adiposo.

Los efectos en los seres vivos incluyen analgesia profunda, presencia de reflejos laríngeos y faríngeos, estimulación cardiovascular moderada y depresión respiratoria.