Cuando todo parecía favorable para los blaugrana, con una ventaja global de dos goles en la eliminatoria ante el PSG, el destino cambió, reabriendo aparentemente viejas heridas de guerras europeas.

Aquello pareció un nuevo desastre, pero nada más lejos de la realidad, porque el Barça demostró a sí mismo que era capaz de ganar en grandes escenarios como el del Parque de los Príncipes y de competir en igualdad de condiciones con los grandes del continente.

Han pasado cinco meses y hoy, fruto de aquel trabajo y, por supuesto, del esfuerzo continuo, el equipo debuta en la Champions con la confianza de quienes se sienten poderosos.

El Barça vuelve a Europa con energías renovadas, con la sensación de estar preparado para hacerse respetar de nuevo.

Ahí están los resultados, pero, más allá de los puntos, siempre importantes, están las sensaciones.

Flick ha logrado dar una vitalidad al equipo que hacía muchos años que no se veía.

La Champions atiende expectante al renacimiento blaugrana.

Diecisiete goles en cinco partidos, cuatro en contra, es el bagaje numérico de un conjunto que da miedo y ante el que sus rivales solo han hecho que aplaudir.

Lo hizo Michel en la reciente goleada en Girona, pero también el Valencia, el Rayo, el Athletic y, sobre todo, el Valladolid, equipo que atendió atónito al vendaval de Flick.

Este es otro Barça, alejado de las perennes dudas de los últimos años.

Todo está por hacer, pero también está claro que todo es posible.

De las grandes derrotas europeas solo queda el recuerdo y son muy pocos, prácticamente imperceptibles, quienes lo vivieron en directo en la actual plantilla.

Adolf Hütter, entrenador austriaco que dirige al Mónaco, disfrutó hace un mes de una victoria contundente en el Trofeo Joan Gamper.

Los monegascos ganaron 0-3 en el, hasta la fecha, peor partido blaugrana de la era Flick.

Hütter dijo en la previa del duelo europeo que este enfrentamiento nada tendrá que ver con lo que acontecerá en el estadio Louis II.

Así es.

Este Barça cayó cuando debía hacerlo, aprendiendo de golpe que, por mucha calidad y Masia que exista, al fútbol se gana corriendo.

No ha dejado de hacerlo el equipo desde entonces, convirtiendo a sus rivales en prácticamente observadores de una avalancha de juego inevitable.

El hambre que muestran los blaugrana, insaciable, no se veía desde 2008.

Esa mirada asusta.

El Barça volvió a ser el Barça en el Parque de los Príncipes y de aquel resurgimiento, estos lodos.

Toca, más allá de la solidez con la que mandan en la Liga, empezar a exhibir, en Europa, la necesaria e imprescindible voluntad de comerse el mundo.

Empieza un camino largo que, para nada, estará ambientado con una aroma de rosas, pero quienes ahora miran con recelo no son los futbolistas culés, sino todos aquellos que tienen enfrente.